Autor: Pedro Centeno Vallenilla
Realizado por: Jair Ríos a partir de un boceto del autor
Título: El Arco iris
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 120 X 90 cm.
Año: 2018
Serie: Identidades
El mito
EL ARCOIRIS
Hace mucho tiempo vivía en la
Guajira un joven de nombre Arikuai, hijo de un anciano piache, sabio y
prudente, como él, conocía los secretos de la naturaleza, sabía curar las
enfermedades, tanto del cuerpo como del alma, imitaba los sonidos del viento y
de los animales.
Arikuai era alegre y amistoso, no
había contienda ni baile em donde él no participara; era el confidente, el
amigo y a todos infundía ánimo y serenidad.
En una ranchería cercana a la de
Arikuai vivía un adinerado patriarca con su numerosa familia, entre las hijas
se destacaba Anakuai, delicada, deligente, alegre y cariñosa; en los bailes
animaba a los tímidos con su amplia sonrisa y los invitaba a bailar, era
incansable y todos la requerían, no porque fuera la más bella, sino porque era
agradable y cordial; cuando se realizaba un baile era la primera invitada.
Arikuai y Anakuai se encontraban
siempre en todas las fiestas, naturalmente terminaron enamorándose, pero
siguieron repartiendo alegría como lo habían hecho siempre.
Las dos familias se hicieron
regalos de rigor, poco después se efectuó el matrimonio. La feliz pareja
continuaba siendo el centro de todas las reuniones y repartían toda la gama de
colores de la alegría.
Rl anciano piache colocó en el
cuello esbelto de Anakuai un sencillo collar de cristal con estas palabras:
— Hija
mía, conserva siempre este collar, no te separes nunca de él, úsalo cuando
estés en peligro. La única condición es que ames y seas siempre fiel a tu
esposo.
Se amaron los dos con pasión, la
selva, los arenales y los cardones fueron testigos, pero no por eso dejaron de
ayudar a sus amigos y fueron arcos de ilusión entre las parejas, continuaron
siendo la alegría de los bailes y torneos.
La cordialidad de Anakuai fue mal
interpretada por un apuesto, valiente y rico joven venido de un lugar distante
de la Guajira. La requirió en amores y ella contestó:
— No
puede ser, estoy casada con Arikuai y lo amo.
Siguieron encontrándose en las
fiestas y competencias, ante las negativas de Anakuai, el joven indignado
amenazó:
— Si
no te divorcias de tu esposo me vengaré.
Anakuai se entristeció, pero por
temor a empañar su amor o no ser comprendida por Arikuai no le dijo nada.
Tiempo después los esposos
caminaban en dirección a la selva, el vengativo enamorado los seguía. Ellos se
sentaron en un tronco caído y él tocó la zagüagüa mientras ella cantaba con
pasión, luego se juraron amor eterno y fidelidad. El pretendiente furioso por
lo que veía y escuchaba, en un ataque de celos sacó una flecha, templó el arco
y cuando se disponía a lanzarla hacia Arikuai, ella lo vio y lanzó un grito de
terror a la vez que se llevaba las manos al collar, regalo del piache y lo
lanzó al intruso.
De pronto la selva enmudeció y se
pobló de niebla, en el cielo aparecieron dos hermosísimos arcos de siete colores
qie cegaron la vista del vengativo pretendiente.
Desde entonces en el cielo de la
Guajira aparece después de las tempestades, un símbolo de paz, de luz y de
esperanza, el esplendoroso arco iris que posee los colores encerrados en el
collar de Anakuai, símbolo de la alegría que así como lo hacían Arikuai y
Anakuai, traen paz y optimismo a los habitantes de la Guajira cuando los
contemplan.
Lolita Robles de Mora
Los Wayúu, Caminos de la Guajira
No hay comentarios:
Publicar un comentario