Identidades
Relatos Pictóricos de la Mitología Venezolana.
martes, 17 de julio de 2018
lunes, 23 de abril de 2018
El Arcoiris
Autor: Pedro Centeno Vallenilla
Realizado por: Jair Ríos a partir de un boceto del autor
Título: El Arco iris
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 120 X 90 cm.
Año: 2018
Serie: Identidades
El mito
EL ARCOIRIS
Hace mucho tiempo vivía en la
Guajira un joven de nombre Arikuai, hijo de un anciano piache, sabio y
prudente, como él, conocía los secretos de la naturaleza, sabía curar las
enfermedades, tanto del cuerpo como del alma, imitaba los sonidos del viento y
de los animales.
Arikuai era alegre y amistoso, no
había contienda ni baile em donde él no participara; era el confidente, el
amigo y a todos infundía ánimo y serenidad.
En una ranchería cercana a la de
Arikuai vivía un adinerado patriarca con su numerosa familia, entre las hijas
se destacaba Anakuai, delicada, deligente, alegre y cariñosa; en los bailes
animaba a los tímidos con su amplia sonrisa y los invitaba a bailar, era
incansable y todos la requerían, no porque fuera la más bella, sino porque era
agradable y cordial; cuando se realizaba un baile era la primera invitada.
Arikuai y Anakuai se encontraban
siempre en todas las fiestas, naturalmente terminaron enamorándose, pero
siguieron repartiendo alegría como lo habían hecho siempre.
Las dos familias se hicieron
regalos de rigor, poco después se efectuó el matrimonio. La feliz pareja
continuaba siendo el centro de todas las reuniones y repartían toda la gama de
colores de la alegría.
Rl anciano piache colocó en el
cuello esbelto de Anakuai un sencillo collar de cristal con estas palabras:
— Hija
mía, conserva siempre este collar, no te separes nunca de él, úsalo cuando
estés en peligro. La única condición es que ames y seas siempre fiel a tu
esposo.
Se amaron los dos con pasión, la
selva, los arenales y los cardones fueron testigos, pero no por eso dejaron de
ayudar a sus amigos y fueron arcos de ilusión entre las parejas, continuaron
siendo la alegría de los bailes y torneos.
La cordialidad de Anakuai fue mal
interpretada por un apuesto, valiente y rico joven venido de un lugar distante
de la Guajira. La requirió en amores y ella contestó:
— No
puede ser, estoy casada con Arikuai y lo amo.
Siguieron encontrándose en las
fiestas y competencias, ante las negativas de Anakuai, el joven indignado
amenazó:
— Si
no te divorcias de tu esposo me vengaré.
Anakuai se entristeció, pero por
temor a empañar su amor o no ser comprendida por Arikuai no le dijo nada.
Tiempo después los esposos
caminaban en dirección a la selva, el vengativo enamorado los seguía. Ellos se
sentaron en un tronco caído y él tocó la zagüagüa mientras ella cantaba con
pasión, luego se juraron amor eterno y fidelidad. El pretendiente furioso por
lo que veía y escuchaba, en un ataque de celos sacó una flecha, templó el arco
y cuando se disponía a lanzarla hacia Arikuai, ella lo vio y lanzó un grito de
terror a la vez que se llevaba las manos al collar, regalo del piache y lo
lanzó al intruso.
De pronto la selva enmudeció y se
pobló de niebla, en el cielo aparecieron dos hermosísimos arcos de siete colores
qie cegaron la vista del vengativo pretendiente.
Desde entonces en el cielo de la
Guajira aparece después de las tempestades, un símbolo de paz, de luz y de
esperanza, el esplendoroso arco iris que posee los colores encerrados en el
collar de Anakuai, símbolo de la alegría que así como lo hacían Arikuai y
Anakuai, traen paz y optimismo a los habitantes de la Guajira cuando los
contemplan.
Lolita Robles de Mora
Los Wayúu, Caminos de la Guajira
domingo, 14 de enero de 2018
Osemma
Autor: Jair Ríos Título: Osemma Técnica: Tiza Pastel Medidas: 70 x 50 cm Serie: Identidades |
El Mito
Osemma
...Sucedió que los Yukpa tuvieron hambre y enviaron una plegaria a los dioses. Estos se apiadaron y bajó de los cielos Osemma que les enseñó las artes de la agricultura. Poseía una larga cabellera cubierta siempre de flores y de granos de maíz. En principio tenía la dificultad de no conocer la lengua yukpa, menos mal que una ardillita de éstos que sí la había aprendido por ser muy lista, le sirvió de intérprete. Osemma vivió mucho tiempo entre los yukpa, pero cuando al fin se fue, dice la leyenda que el dios se empequeñeció tanto que terminó tragado por la propia tierra y en cuanto sucedió esto, sufrieron el primer temblor o terremoto.
Francesc Ll. Cardona
Mitología, Historias y Leyendas de Venezuela
Otras versión
Cuenta la sabiduría indígena que llegó Osemma a la Sierra de
Perijá y comenzó a preparar su conuco. Desmalezó el terreno, abrió los surcos,
sacudió su larga cabellera de la que se desprendieron granos de maíz y semillas
de café. Dejó que los luceros llovieran sobre su cuerpo y al amanecer restañó
sus brazos regando la siembra con ese rocío.
Los Yukpas pasaban a su lado y se reían. Osemma quería
explicarles que la gestación de todo ser, sentimiento e idea ocurre en lo
profundo y en silencio. Su lengua no lograba pronunciar las palabras adecuadas.
Una ardilla sonreída cruzó saltando el conuco, llegó hasta los Yukpas y tradujo
lo expresado por él.
Pasó el tiempo. Brotes de maíz y café maravillaron a los
Yukpas. Se quedaron con Osemma aprendiendo los secretos de la agricultura y
relegaron la cacería para un solo día a la semana. Poco a poco cobraron
habilidad y gracias a la fecundidad perpetua de la tierra ya no tuvieron
hambre.
Mireya cada día le pedía la hiciera su mujer pero Osemma le
replicaba que ese amor no era su destino.
-¿Cómo voy a saber cuándo el amor me toca?
-Lo sabrás. Dijo Osemma despidiéndose. Se empequeñeció hasta
convertirse en un ratón que escurrió su cuerpo por una grieta de la montaña. Al
desaparecer ocurrió el primer terremoto conocido en el mundo. Los ojos de
Mireya buscaron asidero. Una mirada masculina le brindó soporte. Un temblor
telúrico sacudió sus entrañas. Supo así que se había enamorado.
Osemma avisa cuando la tierra busca un nuevo equilibrio o el
alma se cruza con quien tendrá buena compañía. No se puede ignorar la sacudida
que provoca: ni la naturaleza ni el amor perdonan un desaire. Si no se atiende
su llamado, la corteza terrestre se quebrará causando una tragedia.
La persona
amada despreciada buscará refugio en otro latido dejando un gusto a tristeza en
el corazón.
Fuente:
http://periodistas-es.com/mito-yukpa-38719
domingo, 29 de octubre de 2017
El Dueño de la Luz
jueves, 14 de septiembre de 2017
El Dueño del Fuego
Autor: Jair Ríos Título: El Dueño del Fuego Técnica: Óleo-Pastel sobre lienzo Medidas: 130 x 80 cm Año: 2017 Serie: Identidades |
La fábula
EL DUEÑO DEL FUEGO
Cerca de donde nace el Orinoco vivía el Rey de los caimanes que tenía por nombre Babá. Su esposa era una rana enorme y ambos poseían un gran secreto que los demás animales y seres humanos no sabían. El «matrimonio» se metía en la cueva y prohibían la entrada a cualquiera a menos que no quisieran ser devorados. El gran secreto lo guardaba celosamente Babá en su garganta.
En cierta ocasión la perdiz teniendo que construir su nido muy deprisa, no se dio cuenta y penetró en el interior de la guarida de la extraña pareja. Iba en busca de cañas y pajas y sólo encontró ramas y hojas medio quemadas que le hicieron pensar: «El fuego del cielo ha estado aquí. Probó entonces unas orugas tostadas que le supieron a gloria. Sigilosamente pudo salir del antro y buscó a Tucusito, el colibrí de plumas rojas para contárselo todo.
Estaban los dos juntos cuando llegó el Pájaro Bobo y los tres amigos tramaron un plan para averiguar de qué manera se valían la ranota y el caimán para cocinar tan ricas orugas. Bobo se escondió muy calladito en la cueva gracias a su plumaje oscuro. Al poco llegó la ranota, soltó las orugas que aquel día había cazado y Babá abrió su boca inmensa de la que salieron unas lenguas de fuego que en un santiamén cocinaron las orugas. Ambos se dieron un gran festín. Entonces se durmieron llenos de satisfacción.
Bobo salió y contó a sus amigos lo que había presenciado.
Entonces el osado trío pensó que para quitarle el fuego al caimán tendría que ser cuando éste abriera su enorme bocaza para reír. Anochecía cuando todos los animales se habían reunido como siempre hacían a Orillas del Orinoco para explicarse los últimos acontecimientos del día. Fue entonces cuando Bobo y la perdiz colorada organizaron una sesión de saltos que provocaron la risa de los asistentes al espectáculo, menos la de Babá. Bobo tomó una pelota de barro y cuando la ranota abrió la boca se la metió dentro. Esta temió atragantarse y empezó toda una suerte de muecas que obligaron a Babá a soltar una sonora carcajada. Tucusito que observaba atento desde el aire se lanzó en picado y consiguió robar el fuego con la punta de sus alitas. Al elevarse tuvo la mala fortuna de topar con las ramas de un árbol, quedando reducido rápidamente a cenizas.
Al ver esto el Rey caimán comprendió el engaño y aunque pensó que sería un bien para la Naturaleza, mal utilizado traería grandes males. Acto seguido quiso ponerse a salvo con su fea mujer y ambos se sumergieron en el gran río desapareciendo para siempre.
Llenos de alegría, los tres amigos celebraron el robo del fuego, pero ningún animal supo aprovecharlo. Fueron los habitantes humanos de la selva que vivían junto al Orinoco los que gracias a las brasas conseguidas por el árbol que había ardido aprendieron su utilidad, pero dándose cuenta quién les había traído tan precioso auxiliar elevaron a Tucusito, al pájaro Bobo y la perdiz colorada a la categoría de animales protectores por haberles regalado el don del fuego.
Francesc Ll. Cardona
Mitología, Historias y Leyendas de Venezuela
2002
viernes, 4 de agosto de 2017
Amaira Aní- La Doncellita de los Siete Colores
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